miércoles, 25 de febrero de 2015

PARTE 1. CAPÍTULO 4 "El momento nunca llega"

Al día siguiente alguien entra en la habitación por la mañana sin llamar, cosa que me sorprende.
-Perdón-dice una voz conocida-no he llamado porque... bueno, tampoco es que vayas a responder... lo siento.
Yael aparece por la puerta con una sonrisa de oreja a oreja. Lleva el pelo alborotado, como siempre, un jersey azul que le va a juego con sus ojos y unos vaqueros rotos oscuros.
-¿Qué tal estás, Bella Durmiente?-dice cruzando la habitación.
Sonrío interiormente. Me percato de que algo en él ha cambiado. Cuando vuelve a abrir la boca, averiguo de que se trata. Un pequeño alambre le recorre la boca de un lado a otro, con pequeñas gomas de color azul oscuro.
Le han puesto aparatos.
-¡Muy bien, Yael!-dice él con voz chillona tratando de imitar la mía, aunque no se parece en nada.
Deseo reírme, como hacía antes. Antes de quedarme así. Antes, mucho antes...

Yael se acercó a mí con el hilo colgando entre sus dedos y con una sonrisa enorme.
-¿Estás seguro?-dije entre risas.
Yael empezó a reírse mientras sacudía su cabeza de un lado a otro, haciendo que los mechones de pelo se le cayeran sobre los ojos.
No podía parar de reírme, parte de ello debido a los nervios y al miedo que sentía en aquel momento. Sentí la saliva salirse de su sitio por culpa de las carcajadas, y la limpié con la manga de un manotazo.
-Venga, hazlo rápido.-dije riéndome aún.
Dejé la boca abierta, Yael se aproximó a mí y enredó el hilo en el último diente de leche que me quedaba. Sus manos temblaban por la risa que aún se apoderaba de él.
-¿Lista?
Sin esperar ninguna respuesta, Yael tiró del hilo fuertemente, haciendo que mi diente saliera disparado hacia arriba.
Ambos nos quedamos boquiabiertos mientras observábamos el diente caer y rodar por el suelo. Sentí un leve pinchazo en la encía, así que me llevé el dedo hacía ella. Lo retiré y una gota de sangre manchaba mi yema.
Miré a Yael incrédula y él empezó a reír de nuevo. Se acercó a mí, esta vez sin el hilo, y me abrazó mientras los dos reíamos.


Esa es una de las cosas que más echo de menos, reír.
-Lo siento por no haber podido venir estos últimos días, ya sabes, el verano, el principio del curso, las nuevas chicas… Ya sabes…
Ojala pudiera darle uno de mis sabios consejos femeninos, pero da igual, no me escucharía de todos modos. Deseo tanto abrazarle en estos momentos.
-Ten cuidado con las chicas, Yael.-dice volviendo a imitar mi voz chillona.
-Sí, Alex.-dice respondiéndose él mismo.
Se ríe mirándome y se deja caer sobre el sillón donde se habían sentado ya tantas personas..
Todo huele diferente. Huele a felicidad, la felicidad que Yael ha traído consigo, la echo de menos. Mucho.
Yael suspira y empieza a rascarse la cabeza, como si se estuviera cuestionando algo interiormente.
-No quiero ser aguafiestas, ni arruinar probablemente el único momento de diversión que has tenido en todo el día… o en toda la semana-dice esto último susurrando, pero su rostro a cambiado, su hoyuelo a desaparecido y su cara tiene un aspecto mucho más serio, cosa que me preocupa.
Le doy la razón sin remota cuestión. Esto para mí, ahora mismo, es mejor que ver la televisión, sin comparación.
-Necesito que sepas algo-comienza diciendo.-Ya sé que estás con Daren…
Bueno eso ya no lo sabía ni yo, ¿Seguíamos siendo novios?
-Bueno, el caso es…-se sigue trabando.-bueno, ya sabes que llevamos siendo amigos desde hace muchos años… Y me enfadé mucho cuando elegiste a Daren antes que a mí, me dolió muchísimo, no sabes cuánto y bueno…
Se pasa la mano por el pelo y se toca la cara con ambas manos, como si le costara mucho esfuerzo decir lo que estaba a punto de decir. Su pierna comienza a temblar convulsivamente, y una gota de sudor le cae por la frente.
-No sé si estarás escuchando esto o no, Alex, pero quiero que sepas que yo siempre voy a estar aquí, contigo…
Sus palabras me llegan, y duelen. No porque me esté dando cuenta de todo el daño que le hice, sino porque más bien esto suena a sermón de despedida.
Yael se acerca más a mi camilla y me coge la mano llena de tubos entre las suyas.
-Sólo recuerda...-trata de decir, pero se detiene antes de acabar la frase.
No lo entiendo, ¿Qué quiere decir con todo esto? ¿Va a dejar de visitarme o realmente me dice esto porque quiere darme ánimos?
-Alex, llevas cinco meses en coma, cinco meses sin verte sonreír…-prosigue diciendo.- antes incluso te observaba a escondidas en el recreo para verte-dice con una pequeña risa vergonzosa.- esto último no se lo digas a mucha gente ¿vale? Tengo una reputación que mantener…
Nos reímos los dos a la vez, pero él se sonroja así que doy por supuesto que es verdad lo que ha dicho, lo cual me hace más gracia aún.
-Con todo esto quiero decir, que intentes luchar, ¿vale?.-suelta esto último como un bomba, rápido pero letal. ¿Qué luche? ¿Cómo se supone que voy a luchar?
-Alex, sólo intenta recuperarte, no lo sé…-deja la frase a medio decir, y se vuelve a llevar las manos a la cabeza.
-Joder, Alex, te quiero.-dice mientras se muerde el labio inferior y se le levanta rápidamente del sillón.
Me quedo como una piedra, es gracioso decirlo ya que literalmente estoy como una piedra, pero noto como si mi respiración se entrecortara.
Sus palabras me taladran la mente. Yo también quiero a Yael, pero como un amigo. Por Dios, es como mi hermano.
Él también me quiere de esa manera. Como se quieren los hermanos...¿verdad?
Estoy confusa. Mis pensamientos se mezclan. Aunque recuerdo cuando salió de mi boca aquellas exactas palabras.
Sí, me declaré a Yael hace muchos años atrás. Cuando yo llevaba aparatos y tenía granos por toda la cara y él, en cambio, seguía siendo rubio, con ojos azules y unas gafas que incluso le hacían más guapo.
Ahora los papales se han tornado. Y yo estoy en coma. ¿Por qué estoy incluso pensando en esto?
Noto que mi corazón se acelera un poco, y puedo demostrarlo porque el aparato que mide mis latidos empieza a pitar un poco más rápido. Yael parece notarlo.
-¿Alex? ¿Me escuchas?-dice acercándose más a mí.
Quiero gritarle un “¡Sí!”, pero mis labios están sellados.
Yael me coge la cara entre sus manos.
-Alex, te quiero.
La máquina vuelve a descontrolarse un poco. ¿Por qué se descontrola? Yo ya no siento lo mismo por él…
-¡Te quiero!-dice Yael gritando y riéndose a la vez.
De repente los pitidos se vuelven más rápidos aún y a Yael se le borra la sonrisa de la cara, parece asustado.
La negrura llega sin previo aviso, todo se vuelve poco a poco más oscuro y ya nada tiene sentido. Noto algo presionando mi cabeza, como si deseara aplastarla. Mis pensamientos se distorsionan.
Escucho a alguien gritando auxilio y los pitidos de mi corazón como un murmullo. Intento ver algo por última vez pero tan solo veo a un doctor emborronado llevándose a Yael de la habitación a empujones.
-Sólo recuerda que te quie...
Es lo último que escucho.
El sentimiento de aplastamiento se extiende por todo mi cuerpo hasta llegar a los dedos de los pies. Todo me pesa. Pesa demasiado y la oscuridad me impide ver que está pasando.
Tienes que luchar más” recuerdo las palabras de Yael como un eco en mi interior.
Siento pequeños pero intensos calambres por todas las manos y brazos. Quiero gritar de dolor pero mi boca no me obedece, al igual que en todo este tiempo.
Los calambres no cesan y pasan de los brazos a las piernas, destrozándome desde las puntas de los dedos hasta la parte inferior de mi abdomen. La negrura sigue avanzando, se lleva todo con ella. Intento derrotarla, siento como puedo hacer fuerza con mi cuerpo para impedir que todo se vuelva oscuro, pero es demasiado resistente y yo estoy demasiado débil. Sigo luchando pero la negrura avanza cada vez más.

Todo es negro.

Intento gritar de nuevo.

Los calambres se van, el dolor se va y me quedo cara a cara con la oscuridad.

Ya no tengo más fuerzas. Así que cuando noto que el peso vuelve de nuevo no intento luchar, dejo que me aplaste. 

martes, 17 de febrero de 2015

PARTE 1. CAPÍTULO 3 "Otro paso"

El doctor retira la pequeña linterna de mi cara. La luz intensa desaparece pero sigo sin mi visibilidad, todo lo que veo son parches blancos y grises.
-El primer signo de vida.-anuncia el doctor satisfecho con lo dicho.
Mis padres y Daren siguen paralizados, mirando al doctor casi como si no entendieran lo que escuchan.
-Es una buena noticia.-dice como consecuencia de la poca efusividad demostrada por mis padres.
Mi madre suspira profundamente y observo como una lágrima se desborda de su lagrimal. Mi padre se acerca más a ella y la abraza con ambos brazos.
Daren que sigue sin movilidad, se limita a sonreír.
-Es una expulsión de líquidos, pero es también un signo positivo-sigue informándonos el doctor.
Veo a mis padres sonreír por primera vez desde hace meses. Eso me parte el corazón. Se merecen ser felices.
Felicidad. Es una palabra que creí que nunca más iba a escuchar o sentir.
El doctor se acerca hacia ellos, lo que me dificulta la compresión de lo que dice. Apoya una mano en el hombro de mi padre.
-No quiero darle falsas ilusiones.-dice a media voz.
Carraspea para aclararse la garganta y prosigue.
-Es verdad que Alejandra ha mostrado un signo de vitalidad, y eso es una notable mejora-vuelve a apoyarse en su anterior discurso.-Pero eso no quita la posibilidad de que nunca llegue a despertar.
Mi madre agarra la mano de mi padre y asiente con la cabeza. Mi padre y Daren sólo hacen mirar y escuchar al doctor.
-No sabemos si seguirá progresando o se quedará estancada.-informa.- Cada caso, cada persona es diferente.
Daren se limpia las manos de sudor en sus pantalones y trata de hablar, esta vez intentando controlar su voz para no tartamudear.
-Yo sé cómo es Alex-dice susurrando.-Alex es fuerte y luchadora.
Sus palabras me llegan hasta tal punto que siento las ganas de derramar un millón de lágrimas más.
Veo como Daren se vuelve cada vez más colorado. Sus mejillas están encendidas y tiene las manos cerradas en un puño.
-Alex saldrá de esta.-dice con los dientes apretados, haciendo que se le defina el contorno de la mandíbula.- Tiene que hacerlo, tenéis que hacerlo.
Esta vez, mira desafiante al doctor.
-Nosotros hacemos lo que podemos.-dice este defendiéndose tras la amenaza.
Mi madre vuelve a mirar a Daren con ojos preocupados. Él coge su chaqueta del sillón y se marcha a paso ligero por la puerta.

A sido como darle un caramelo a un niño para después robárselo.
Vaya. Yo pensaba que lo peor de estar en coma es que no podías moverte, pero estaba equivocada.
Lo peor de estar en coma es todo el daño que les haces a las personas a las que quieres. Se desgastan poco a poco igual que yo, con roces, pequeños roces que al final hacen grandes quemaduras.
Y lo peor es no poder evitarlo.

Los días pasan como siempre lo han hecho, iguales, irregulares y aburridos. Hace más de una semana que nadie viene a visitarme excepto mis padres.
La verdad que nunca pensé que esto iba a ocurrir, mis amigas ya ni siquiera se preocupan por mí, mi supuesto "novio" o "ex-novio" solo vino para dejarme y besarme después... Estoy completamente y literalmente sola.
Siento como mi vida se hunde por momentos. Habrá algún momento cuando ya ni siquiera mis padres de acuerden de mí. Llegará el momento en que tendrán que dejarme ir si no despierto de este maldito coma.
Siempre me he preguntado que habrá en el más allá, quiero decir, una vez que mueres y supuestamente tu alma se va al “cielo”, ¿Qué es de ti? ¿Llegas a algún sitio? ¿O, simplemente estás muerta?
Son preguntas que me recomen la cabeza porque sé que estoy a un paso de saber la respuesta.

Mi madre aparece por la puerta de la habitación al día siguiente. Lleva el pelo recogido en una coleta, haciendo que los rizos desaparezcan. Tiene un fichero gris en la mano donde se puede leer la palabra “Resultado” remarcada con un subrayador.
Mi corazón empieza a acelerarse, ya que es la cosa más emocionante que me va ha pasar en esta toda esta semana, y puede que en lo que queda de mes. Me va a decir los resultados de las pruebas que me hicieron hace cuatro días.
La emoción comienza a aparecer, dejando tras ella cosquillas en la boca del estómago, como mariposas, como los nervios que te entran antes de quedar con un chico. Como los nervios que tuve antes de aquel día...
Me pasé la mano por el pelo para peinarme ya que el viento se había encargado de desordenarlo. Al hacer ese gesto me di cuenta del temblor que se apoderaba de mis manos. Las junté de golpe y me las llevé al a boca para calentarlas un poco con el vaho, aun así sabía que el temblor no iba a disminuir, ya que no temblaban del frio.
Hayley me frotó la espalda con un mano y me besó la frente. Me giré hacia ella y suspiré profundamente.
-¿No es demasiado pronto?-pregunté con voz ronca.
-No.-contestó Hayley.-Habéis quedado a las siete, ¿no?
-¡No es eso, tonta!-dije riéndome más de la cuenta debido a los nervios.
Hayley pareció confusa pero tras unos segundos se percató del verdadero significado de mi pregunta.
-Alex.-dijo cogiéndome de los hombros.-No se trata de tiempo, se trata de si de verdad quieres hacerlo y de si de verdad él es la persona adecuada.
Miré hacia abajo avergonzada de mí misma por la pregunta.
Hayley me abrazó apoyó su cabeza sobre mi hombro.
-¿Tú estás segura?
-No lo sé.- el labio me tembló al contestar y eso se notó también en la voz.
-Pues si tu no lo sabes, yo menos.-dijo riéndose para quitarle importancia al asunto.
Se despegó de mí, pero conservó sus manos sobre mis hombros.
-¿Le quieres?
La pregunta me cogió desprevenida. ¿Le quiero? Sí, supongo.
-Sí.-contesté.- Pero sé que no es el amor de mi vida.
-No te estoy diciendo que sea el amor de tu existencia, sólo basta con quererle.-dijo Hayley rozando mi mejilla con su mano derecha.
Esta vez fui yo quien empezó el abrazo entre nosotras. Rodeé su cintura con mis brazos y la traje hacia mí. Enterré mi cara entre su pelo y el olor floral de su colonia me envolvió.
¿Le quiero lo suficiente?
Oí su moto viniendo desde varias manzanas más alejadas desde donde nos encontrábamos. Mis músculos se contrajeron más aún.
Hayley se alejó un poco más de mí para luego volver a acercarse hacia mi oído.
-Si pasa algo, llámame.-dijo susurrando con los ojos abiertos de par en par.
No entendía. Y Hayley debió darse cuenta porque añadió:
-Ya sabes, Alex, si Daren te obliga hacer algo que no quieras...-Hayley parecía incómoda, y yo también.
-No pasará eso.-le corté.
-Por si acaso.-Hayley me cogió la mano.-Llámame, por favor.
Asentí con la cabeza y Hayley me dio un último abrazo antes de que Daren apareciera con su moto. Era una enorme moto blanca y plateada decorada con una raya turquesa en el lado derecho, a juego con su casco.
Daren se bajó de la moto y se quitó el casco turquesa, dejando a la vista su piel morena, su pelo claro y sus maravillosos ojos verdes.
Mi estómago dio un vuelco y sentí cosquillas en él. Como si tuviera mariposas atrapadas allí.
Sí, sí le quería. Estaba deslumbrante.
Se dirigió hacia mí, que aún seguía petrificada en el mismo sitio, y me dio un beso en los labios. Me sonrojé al tiempo que miraba a Hayley. Odiaba mostrar mi amor hacia Daren delante de las gente.
-¿Vamos?-me preguntó Daren, moviendo su cabeza en dirección a su moto.
-Vamos.
Me despedí de Hayley, la cual estaba con una sonrisa de oreja a oreja, y me subí en la moto con ayuda de Daren.
Me coloqué el casco y la moto comenzó a vibrar. Eché una última mirada a Hayley y sonreí. La moto empezó a andar y desapareció por la calle.
El viento me despeinaba y me secaba las manos entrelazadas alrededor de la cintura de mi novio. Respiré profundamente deseando que los latidos de mi corazón se ralentizaran. La adrenalina se derramaba por mis venas. Cerré los ojos y disfruté del momento.
Al fin la moto dejó de vibrar y hacer aquel horroroso ruido.
Abrí los ojos y vi un descampado verde con flores asomadas entre la hierba. En medio de este, un pequeño mantel amarillo descansaba contrastando con los colores del paisaje. Divisé una pequeña cesta blanca.
Me bajé de la moto cuidadosamente y Daren aparcó la moto.
Algo me rozó la cintura. Me giré y Daren se encontraba a escasos centímetros de mí.
-¿Te gusta?-me preguntó rozando sus labios en mi oreja.
-Mucho.-dije rodeando su cuello con mis brazos.
Me puse de puntillas y le besé. Posó sus manos en mi cintura de nuevo y me atrajo más hacia él.
-Te quiero.-me dijo con sus labios aún en los míos. Su aliento cálido me rozó la mejilla. El vello se me erizó y un escalofrío me recorrió todo el cuerpo.
-Y yo a ti.-le dije observando sus increíbles ojos verdes. Podía perderme en ellos.
Enamórate de sus ojos -me dijo una vez mi madre- es lo único que no envejecerá” y lleva toda la razón.
Y así, mientras le observaba sus ojos, me cogió entre sus brazos y me arrastró hasta el pequeño mantel amarillo. Apartó la cesta blanca con un manotazo, haciendo que los sándwiches del interior se esparcieran por el césped.
-Daren-le llamé aún con los labios entre los suyos.-Yo no sé...
Me volvió a tapar la boca con la suya dejándome sin habla. Así que me aparté de él para volver a decírselo.
-Daren, no sé si estoy preparada.
Daren se quedó petrificado y me miró a los ojos. Sus ojos seguían siendo los mismo, eran verdes, pero algo había cambiado, algo casi insignificante.
-Claro que estás preparada.-me dijo entre una sonrisa.
Se notaba que era una sonrisa falsa, no tenía ganas de reírse, ni mucho menos. Era una sonrisa para tranquilizarme.
Volvió a posar sus carnosos labios en los míos. Y su mano recorrió toda mi cintura, hasta llegar a la parte delantera de mis pantalones.
Le cogí la mano para detenerla antes de que desabrochara el botón. No lo estaba. No estaba preparada.
-De verdad, Daren, lo siento.-dije mientras me apartaba.
-Pero ¿Por qué?-preguntó, esta vez sin una sonrisa, más bien una mezcla entre desesperación y confusión. -¿Ya no me quieres?
¿Qué?
-Claro que te quiero.-dije rápidamente.
-Entonces estás preparada.
Daren desabrochó el botón de mi pantalón y me presionó con su cuerpo hacia el suelo. Sentía la hierba pinchándome la espalda mientras él me quitaba la camisa.
-No.-volví a decir entrecortada.
Un sollozo salió de mi garganta pero él pareció ignorarlo.
Las piernas me temblaban junto con las manos. Intenté apartarme una y mil veces, pero Daren me tenía presionada con su cuerpo. Así que no forcejeé más, y dejé pasar lo que ya sabía que iba a pasar desde un principio.
Y así sucedió. Después de ese día, Daren se disculpó por haber sido tan insistente, y como si nada, volvió a actuar con normalidad. Tras una semana molesta con él, decidí perdonarle.
No se lo conté a nadie, ni siquiera a Hayley.

Mi madre carraspea para aclararse la voz.
-Alex, aquí están los resultados.-dice moviendo la mano en el aire con el fichero dando bandazos.
Sigue andando hasta sentarse en mi cama, justo al lado mía. Abre el fichero y comienza a leer interiormente. Me coge mi mano y la agarra entre las suyas. Sonríe y asiente.
-Sí, Alex, estás bien por ahora-dice suspirando- no hay síntomas de nuevos traumatismos.
Se agacha para besarme la frente. Anhelo sentir sus fríos y cortados labios posarse sobre los míos, sé que están, pero no los siento.

-Sigue así, cariño.-susurra, se levanta y desaparece por la puerta.

martes, 10 de febrero de 2015

PARTE 1. CAPÍTULO 2. "Algo"

Y así fue como pasó. Rápido e indoloro. Claro que sentí el impacto de la bala contra mi pecho, pero en cuanto caí al suelo y me golpeé la cabeza, entré directamente en la oscuridad y la insensibilidad.
La cosa fue mejorando, menos mal.

Nunca había estado en coma, ni siquiera conocía a nadie que lo hubiera estado, por eso tenía tanto miedo al principio, creía que me quedaría en aquella oscuridad para el resto de mis días. En cuanto mi cuerpo, los primeros días creía que no tenía, y ahora, en fin, al menos sé que tengo uno.
En cuanto a mi vida social, no tengo mucha.
Por no decir que puedo contar la gente que me visita con los dedos de una mano. Hayley me visitaba casi todos los días durante el primer mes, ahora me visita una vez cada tres semanas, si eso. Daren, en fin, sé que es duro que tu novia se quede en coma pero por lo menos podría visitarme más a menudo. Steven salió del hospital tres semanas después del incidente, ya que tuvieron que quitarle una bala de la pierna, pero luego, ni siquiera vino a verme. El único que seguía viniendo constantemente era Yael, uno de mis mejores amigos, por no decir el único que tenía ahora mismo. Habíamos sido amigos desde segundo de primaria...

El corazón me latía fuertemente por debajo del pecho, como si en cualquier momento fuera a salirse de su sitio. Me sentía la cara súper roja y solo quería salir corriendo de allí y llorar.
-¡Niños! ¡Guardad silencio!-gritaba la profesora mientras daba palmadas.
Yo estaba allí, delante de toda la clase, al lado de mi nueva profesora, esperando a que algo horrible pasara.
-Bien niños, esta es Alejandra-anunció la profesora.
-Alex-dije por lo bajinis.
-Una nueva alumna-aclaró -quiero que os portéis bien con ella y le enseñéis el cole, ¿vale?
Los niños seguían sin decir nada, solo posaban sus ojos sobre mí, todos me miraban. Yo sentía la cara cada vez más colorada.
-Bien cariño, ¿por qué no te sientas con Hayley?
-¡Jo!, yo quiero estar con Anna.-se quejó Hayley.
-Bueno, está bien-cedió la profesora- a ver, ¿quién quiere sentarse con Alex?
Nadie levantaba la mano. Mi cara iba a explotar y las lágrimas ya estaban casi en mis ojos.
-Venga niños, seguro que tiene muchas cosas para contar, ¿verdad cariño?-dijo mirándome al final y tocándome la mejilla. Yo sonreí tímidamente aguantando mis lágrimas.
Una mano fugaz se levantó entre todas las cabezas de los niños. Me puse de puntillas para poder ver de quien se trataba, pero no veía su rostro. Tan solo veía un pequeño brazo levantado.
-Gracias Yael-le agradeció la profesora-ve a lado de Yael, ¿vale?
Cogí mi maleta nueva y me dirigí hacia aquel niño. Tenía unas enormes gafas azules que le hacían sus ojos claros todavía más enormes. El pelo rubio y rizado le caía sobre la cara.
-¡Hola Alejandra!-me dijo casi eufórico-me encantan las historias, me llamo Yael y tengo siete años, ¿Te gustan las historias? ¿Cuántos años tienes?
-Alex-le corregí -y tengo siete.
-¡Anda, igual que yo!
Hubo un silencio incómodo, así que aproveché y saqué el estuche de la maleta.
-¿Pokemon?-preguntó mirando mi estuche que obviamente era de Pokemon.
Asentí mirándole incómodamente.
-¡Anda, me encanta Pokemon!-me dijo eufórico de nuevo-¡Yo también tengo mi estuche de Pokemon!
Alargó su mano metiéndola en la maleta y sacando un pequeño estuche de Pokemon. Una sonrisa apareció en mi cara.
-¡Guau! Tenemos muchas cosas en común.-me dijo mirándome a través de aquellas enormes gafas-Deberíamos ser mejores amigos, ¿no crees?
-Vale.-dije sonriendo.

Así de fácil.
Cuando eres pequeño no tienes vergüenza de nada y mucho menos de hacer amigos.
Yael había sido mi mejor amigo hasta que empecé a salir con Daren hace unos diez meses. Digamos que Daren y Yael no se llevan bien y yo, cegada del amor, elegí quedarme con Daren y desperdiciar casi diez años de amistad con Yael.
Como dije antes, la vida no es juego donde puedas rehacer lo hecho. Pero aquí está él, después de casi tres meses, aún sigue visitándome.
No ha cambiado mucho, sus gafas han sido reemplazadas por lentillas, pero aún tiene esa melena rubia cayéndole por los ojos, ese hoyuelo en la mejilla izquierda cuando ríe y esa sonrisa de dientes torcidos pero perfectos. Teníamos nuestros momentos, a veces incluso nos peleábamos a muerte. Pero en el fondo nos queríamos, nos necesitábamos, como lo que pasa con los hermanos. Yael era mi hermano, no de sangre, estaba claro.

Oigo varios pasos venir hacia mi habitación y junto a ellos, varias voces.
-Sí, sólo serán dos-dice una voz afeminada.-No, no. No permitiremos ningún tipo de riesgo, sólo es una prue...
-Está bien.-le corta otra voz. Esta voz me es familiar. Mi madre. ¿Qué está haciendo aquí?¿De qué hablan?
Las voces siguen murmurando pero pierdo el hilo de la conversación. Vuelvo a oír nuevos pasos y esta vez, puedo oír con total claridad lo que dicen.
-Bien, ¿Empezamos hoy?-pregunta la voz afeminada. Supongo que será una enfermera o una doctora.
-Mejor mañana.-replica mi madre.
-Como deseen, entonces, hasta mañana señora Fitzgerald.-se despide la doctora.
Oigo sus pasos desaparecer, pero oigo otros que se acercan cada vez más a mi habitación.

Veo la cabeza de mi madre aparecer por la puerta blanca del cuarto. Lleva el pelo suelto, lo que hace que sus grandes rizos oscuros caigan como olas a ambos lados de su cara. Las arrugas debajo de sus ojos se acentúan cada vez más. Avanza por la sala y se sienta en el sillón que hay justo al lado de la cama donde me encuentro.
-Hola cariño.-dice en tono cariñoso. Justo el tono de voz que usan las madres antes de darte una mala noticia.
Hace una pausa como si alguien fuera a contestar.
-He hablado con la doctora Bilson,-comienza a explicar-y nos ha propuesto una idea.
Se levanta del sillón y se acerca más a mí. Apoya su mano en mi mejilla y me acaricia hasta llegar a la parte superior de mi frente. Suspira y prosigue.
-Quieren hacerte una clase de pruebas para ver si tu organismo y cerebro reaccionan de la forma adecuada.
Aparta su mano de mi frente y coge la mía entre las suyas, colocándomela en su cara. No siento nada. No siento su cara, no siento las imperfecciones de su piel. No siento las arrugas ni el hoyuelo de sus mejillas que yo he heredado.
-No debes preocuparte de nada, tu solo...-hace otra pausa para tragar saliva-si me escuchas, intenta hacerlo lo mejor posible, ¿sí?
Esta vez se inclina lo máximo posible y me besa la frente y la punta de la nariz.
-Te quiero.-me susurra al oído.
"Y yo a ti" me hubiera gustado decirle.

La tarde pasa como cualquier otra. Sigo mirando a través de la ventana, esperando a que algo maravilloso ocurra.
Bueno, no espero que sea maravilloso, sólo que ocurra algo. Pero nada. Las casas adosadas de la calle siguen igual, el árbol que llevo mirando durante 3 meses también sigue igual, exceptuando una que otra hoja que ha cambiado su color, del verde lima al marrón, lista ya para caer en la mínima ráfaga de viento.
No me puedo creer que ya haya pasado todo el verano. He desperdiciado todo el verano encerrada en una habitación y metida en una cama.
A veces pienso como hubiera sido si mi madre no me hubiera dejado ir a esa maldita fiesta...

-¿Qué es eso tan importante que me tienes que decir?-dijo mi madre una vez que nos hubimos sentado todos en la mesa para cenar.
Debatí en mi interior cómo se lo iba a decir, ¿Dando pena? ¿Suplicando? ¿Eufórica?
-Me han invitado a un fiesta.-dije sin pensarlo mucho, sólo lo dije-No a una fiesta cualquiera, mamá, Mark Newton nos ha invitado a su fiesta, ¡Mark Newton!
Ahora sí me puse un poco más eufórica, pero fue inconsciente, ya que de verdad estaba eufórica por ir a esa fiesta.
-Eso es...-mi madre miró de reojo a mi padre mientras se metía un trozo de carne en la boca.
-Fantástico-la cortó mi padre.-Y ¿Vas a ir?
La respuesta me cogió por sorpresa, pero rápidamente añadí:
-¡Claro! bueno, si me dejáis...
Ahora sí intenté poner cara de pena.
-¿Quieres ir?-me volvió a preguntar mi padre.
-Claro que quiero ir, todo el instituto estará allí, será la fiesta del año, será épi…
-Bueno, bueno, está bien.-me cortó mi padre-Puedes ir.
-¡Genial!-casi grité.
Ya estaba pensando en el vestido que llevaría, el maquillaje, el peinado…
-Henry-le llamo mi madre.
-Vamos Ángela-comenzó mi padre- déjala que se divierta, ha pasado un curso estupendo, se lo merece.
Hubo un gran silencio mientras todos esperábamos la respuesta de mi madre. El corazón me latía fuerte y la adrenalina estaba lista para salir disparada.
-Está bien, puedes ir.
-¡Bien!-grité.
-Pero escúchame-mi madre levantó la mano para que le prestara atención- nada de alcohol, nada de cigarrillos, nada de nada, ¿entendido?
-¡Sí, mamá!¡Gracias!-dije casi cantando.
Me levanté de la mesa de un salto y me dirigí hacia ellos, les di un beso a cada uno y me di la vuelta para irme.
-¡Os quiero, sois los mejores!-grité eufórica mientras subía las escaleras hacia mi cuarto.
-¡La comida!-oí desde lejos mientras entraba ya en mi habitación.


Un simple "no" me hubiera bastado. Un simple "no" me hubiera salvado la vida, aunque bueno, técnicamente no estaba muerta, sólo apagada o fuera de cobertura.

Alguien llama a la puerta, otra vez, como si alguien fuera a contestar. Veo a mi madre aparecer e nuevo por la puerta y tras ella, distingo a mi padre. Ambos van cogidos de la mano.
Los sigo con la vista hasta que llegan a mi lado.
-Alguien ha venido a visitarte.-anuncia mi madre murmurando.
Muevo mis ojos de nuevo hacia la puerta y lo veo.
Daren se encuentra a escasos centímetros de la puerta, vacilando como si aún estuviera debatiendo en su mente si debería entrar o salir de aquella habitación. Claro que debía ser duro para él, pero mírame a mí.
Le observo con detenimiento. Hacía semanas que no lo veía. El pelo le ha crecido bastante, le roza los ojos. Sus ojos. Me detengo en sus ojos verdes y me pierdo en ellos.
Me mira extrañado, como si no me reconociera.
-Al principio es un poco difícil- anuncia mi padre girándose hacia él.-pero créeme, te está escuchando.
Mis padres se vuelven de nuevo hacia la puerta, listos para marcharse. Mi padre le da una palmada en la espalda a Daren y desaparecen, dejándonos solos.

-Hola Alex.-susurra con la voz rota.
Silencio.
Avanza hacia mí poco a poco, dudoso. Se lleva una mano a la parte superior de la espalda y se estira. Suele hacer eso cuando se encuentra en una situación incómoda.
-¿Qu-Qué tal te encuentras?-pregunta al fin, tartamudeando.
¿Me está tomando el pelo? Estoy en una maldita cama sin movilidad.
-Bueno, seguro que estás bien.-dice.
Por supuesto.
Llega hasta los pies de mi cama, pero agacha la cabeza, como si prefiriera no verme en el estado en el que me encuentro.
-Seguro que estás en el paraíso o algo así.-dice susurrando de nuevo.
Se lleva la mano a la boca. Mira hacia el techo y veo una lágrima en la comisura de su ojo. Vuelve a agachar la cabeza y se pasa la mano por la mejilla, esparciendo la lágrima que había derramado.
-Bueno, el caso es...-empieza a decir con voz temblorosa.
Se aparta un poco de mí y se sienta en el sillón que hay justo al lado mía. Empieza a repiquetear con las puntas de los dedos el apoyabrazos y suspira antes de ponerse de nuevo en pie.
Una vez erguido, se vuelve a llevar las manos a la cabeza. Empieza a andar de una punta de la habitación a otra con las manos aún levantadas y suspirando cada segundo eterno que pasa.
-Esto es más difícil de lo que crees.-dice temblándole aún la voz.
Sigo esperando impacientemente hasta que decide sentarse de nuevo en el sillón. Se seca las manos en el pantalón y comienza a hablar de nuevo.
-Quiero hablar de “lo nuestro”.
¿”Lo nuestro”? ¿Se refiere a nuestra “relación”?
Levanta la cabeza y me encuentro con sus ojos llorosos. Dos lágrimas caen sobre sus mofletes. Y su pequeña y puntiaguda nariz comienza a ponerse colorada.
Aunque parece imposible, siento un nudo en la garganta, como si de un momento a otro fuera a ponerme a llorar yo también.
-Siento... siento que "esto" no nos beneficia a ninguno de los dos.-sigue diciendo.
Las lágrimas siguen recorriéndole toda la cara. Y él continúa esparciéndolas con la palma de la mano.
Siento lágrimas en mis ojos, aunque sé que no son reales. Incluso siento como se derraman por mis mejillas. Siento el calor de mis mejillas ruborizándose. Nada es real.
-Lo siento de verdad Alex-dice mirando al suelo.
Se levanta del sillón y se va directo hacia mí. Apoya una mano en mi frente, y con la otra, me acaricia el brazo izquierdo lleno de tubos.
-La verdad es que nadie sabe si vas a recuperarte, los doctores no saben nada y yo... yo no puedo vivir así, necesito seguir con mi vida...

¿Soy yo la que está en una maldita cama y es él quien “no puede vivir así”?
...Lo entiendo. Claro que lo entiendo. No es justo para él esperarme durante Dios sabe cuánto tiempo.
Aunque si hubiera ocurrido al contrario, yo le hubiera esperado. Esperaría días, meses e incluso años hasta que despertara. Hasta poder verle sonreír de nuevo.
Dios, claro que le esperaría. No es justo.
Quiero que sea feliz, quiero que tenga una vida perfecta. Pero quiero que tenga todo eso conmigo.
Me gustaría poder decirle que no se rinda aún. Todavía me quedan fuerzas para seguir luchando, lo sé.
Noto una lágrima caer de nuevo por mi mejilla.
Daren aparta sus manos de mí y se agacha levemente para apoyar sus labios en mi frente. Cuando vuelve a mirarme a los ojos, su expresión cambia por completo.
Se acerca a mí y posa su mano sobre mi cara, la retira y observo como pequeñas gotas de agua le han mojado sus dedos.
-¿Estás...llorando?-pregunta incrédulo.
Yo también lo estoy, ¿Estoy llorando?
Intento volver a derramar lágrimas. Las vuelvo a notar rozando y deslizándose por mis mejillas como diminutas gotas de lluvia.
-¡Estás llorando!-grita.
Empieza a reír eufórico. Se acerca de nuevo a mí para observar mi cara, la vuelve a coger entre sus dos manos y esta vez sus labios colisionan con los míos. Ansío el poder notar su respiración entrecortada en mi boca, ansío el poder sentir y saborear sus labios. Pero no noto nada.
-¡Señora Fitzgerald!-llama a gritos desde la habitación.
Pasan tan solo unos diez segundos antes de que mi madre aparezca por la puerta con mi padre pegado a los talones. Ambos con una expresión de alarma y terror en el rostro.
-¡Está llorando!-dice señalándome mientras se quita con la manga del jersey los mocos que le asomaban por sus orificios nasales.
-¡Alex está llorando!-vuelve a explicar entre sollozos de alegría.
Mis padres están petrificados uno al lado del otro. Ni siquiera se miran.
Mi padre es el primero en salir de ese estado de shock y sinsentido.
-Voy a llamar al doctor-dice desapareciendo por la puerta.
Unos minutos después, el doctor aparece de nuevo con mi padre, quien no para de meterse las manos en el bolsillo como un síntoma de nerviosismo.
Daren se aparta de mi lado para dejarle paso.
-Lo...Lo juro-Daren comienza a titubear- ella... a...acababa de-sigue intentando explicar lo ocurrido entre tartamudeos, lo que no facilitaba su compresión. Mi madre intenta tranquilizarlo frotándole el brazo y abrazándolo.

El doctor se acerca lo máximo a mí, ignorando la mala explicación de Daren y lo próximo que veo es una brillante luz que me ciega. 

sábado, 7 de febrero de 2015

Relato breve: "EL JUEGO DE LAS SOMBRAS"


Tras varias horas sin descanso divagando por el solitario y frio bosque, por fin encontramos un lugar donde refugiarnos, al menos para pasar la noche.
Eric entró el primero para comprobar que no había peligro. Siempre lo hace, ya que es el más valiente y se siente el padre de todos nosotros, aunque el señor Bennet le saque casi cuarenta años de edad. Somos pocos, treinta y dos para ser exactos, y cada vez vamos a menos. La enfermedad sigue propagándose como el primer día, como si nada la detuviera, como el aire que respiramos, la diferencia es que el aire lo necesitamos para vivir y la enfermedad nos necesita a nosotros.
Eric salió de la vieja y abandonada casa de madera y nos hizo una señal para que entráramos. Tomé aire y me acerqué a los escalones que daban a la entrada de la casa. Llegué a la puerta, junto a Eric, quien me pasó una navaja. La cogí un poco asombrada, normalmente no me dejaban llevar armas, ni aunque fuese un simple cuchillo por el mero hecho de tener diecisiete años. Supongo que ya era hora de que confiaran un poco en mí. Le sonreí a modo de respuesta y él me devolvió la sonrisa.
Entraron todos los demás y poco a poco fuimos cogiendo confianza con la vieja casa. Cogimos trapos, ropas e incluso muebles, todo lo que vimos, para tapar las entradas de la casa, las ventanas y puertas. Las sombras podrían entrar en cualquier momento. Sombras. El propio nombre te hacía estremecer. Hace varios meses una sombra era un simple región de oscuridad donde la luz es obstaculizada, ahora las sombras eran almas sin cuerpos, almas en busca de alojamiento, de alimentos, se alimentan de otras almas, de otros cuerpos. Era como un juego repetitivo donde siempre ganaba el fuerte, si eras débil, eras eliminado.
Nos sentamos todos en el suelo, nos cogimos de las manos y Elena empezó a hablar:
-Demos las gracias a Dios por ayudarnos a sobrevivir un día más.
-Un días más de este infierno- intervino Jeremy.
-Jeremy- le increpó Sarah.
Jeremy se levantó de un salto rompiendo el círculo de manos unidas. Nos quedamos todos en silencio observando como Jeremy se iba de la sala. Elena carraspeó y siguió su oración. Todos volvieron a cogerse de las manos, como si nada hubiera pasado.
Jeremy era el que peor lo llevaba, tenía quince años y había visto con sus propios ojos cómo las sombras se apoderaban del cuerpo de sus padres. Desde luego no es un suceso que pasa sin dejar marca. De haber sido él me hubiera vuelto loca. Pero todos sabíamos que él era fuerte, por eso sigue vivo a estas alturas.
La noche pasó como todas las noches pasaban: lentas. Me desperté con punzadas en el cuello y en la espalda debido a la postura con la que había pasado la noche, retorcida en un sillón viejo. Aún era de noche, miré el escalofriante reloj de cuco que había colgado en la pared, eran las cuatro de la mañana, genial. Me temblaba el cuerpo del frio y del miedo acumulado. Sin hacer ningún movimiento brusco, deslicé mi mano hasta el bolsillo del pantalón, donde estaba la navaja, la toqué con las yemas de los dedos y me intenté tranquilizar un poco. Escuché un golpe procedente de la cocina. Los temblores iban a más a la vez que mi miedo aumentaba. Intenté buscar a Eric con la mirada ya que mis ojos se habían adaptado a la oscuridad, pero no lo encontraba. Así que opté por mi segunda idea, me parecía infantil y estúpido, pero de verdad que lo necesitaba.
-Eric.- lo llamé susurrando. Repetí su nombre varias veces en la oscuridad, pero no obtenía respuesta.
Mi cuerpo estaba cada vez más en tensión e incluso tenía las lágrimas a punto de derramarse por mis mejillas. Escuché otro ruido. No podía más. Para sobrevivir hay que ser fuerte. Agarré con fuerza la navaja me levanté de un salto y corrí hacia la cocina con la navaja delante de mí. Me temblaban las manos y las lágrimas ya se habían desbordado. Me quedé en mitad de la cocina, paralizada, con la navaja aún delante de mí, todo a oscuras. Escuché el grito de Eric y corrí hacia la entrada. Me quedé petrificada delante de él mientras escuchaba sus gritos que pedían auxilio. Estaba de rodillas en medio de la entrada, pálido, muy pálido y con las venas marcadas como grietas negras alrededor de su cuello y de sus brazos, tenía los ojos cerrados con fuerza y las manos presionando su cabeza.
-¡Corre!- me gritó medio ahogándose con sus propios gemidos.
Abrió los ojos y todo lo que pude ver en ellos era oscuridad, no eran sus ojos, no eran sus brazos, no era él.
-¡Lauren, corre!- me gritó de nuevo, esta vez mirándome con esos extraños ojos.
Estaba a punto de salir a correr cuando el ruido de un disparo me sobresaltó e hizo que se me cayera la navaja de las manos. Y junto a ella, el cuerpo de Eric se desplomó contra el suelo. El miedo se fue, pero dejó tras él algo peor, tristeza. Me quedé mirando fijamente el cuerpo de Eric. Un alma pura por otra oscura. Una vida menos por una sombra.
Abandonamos aquel lugar lo más pronto que pudimos. Pasaron días, semanas e incluso meses, hasta que al fin encontramos más personas, más personas como nosotros, aterrados, viviendo cada día sabiendo que podría ser el último. Aprendimos a convivir juntos y a superar nuestras pérdidas. Poco a poco fuimos construyendo una nueva vida a las afueras de la cuidad, donde las sombras no eran capaces de encontrarnos, por ahora. Donde cada uno aportaba sus conocimientos para mejorar las condiciones en las que vivíamos. Donde poco a poco fuimos formando una familia.
Me desperté con los golpes que provocaba el viento contra la ventana. Me levanté de la cama deseando no haberlo hecho, el aire helado me hizo castañear en poco segundos, corrí hacia la ventana y la cerré de golpe. Sarah apareció por la puerta, se peinó el pelo hacia atrás, se estiró la camisa y se dirigió hacia mí.
-Van a reunirse, tienen más información exterior, sería conveniente que vinieras.- Elena como siempre, con su perfecto vocabulario, queriendo ser perfecta.
-Claro.- le contesté con la voz ronca mañanera.
Bajé la cuesta de piedras que daba a la plaza principal, donde se iba a convocar la reunión. Mientras me acercaba al lugar acordado iba pensando en qué nos podrían decir... Eran miles ideas las que se me pasaban por la cabeza. Por el camino iba saludando a la gente, personas que se habían convertido en mis nuevos vecinos, en amigos o incluso solo conocidos. Había tantas personas que no podía recordar el nombre de todos ellos, eso era un lujo.
El reloj de la plaza marcaba las diez y media de la mañana y más de la mitad de la plaza estaba ya ocupada. Un chirriante sonido procedente de unos altavoces casi me rompe los tímpanos, y no era a la única, ya que casi todo el mundo se llevó las manos a los oídos. Después de eso, una voz clara inundó la plaza entera, haciendo que todo el mundo quedara en silencio.
-Bienvenidos, señoras y señores, supervivientes de la enfermedad de las almas oscuras, a esta reunión que definitivamente cambiará nuestra forma de vida, tanto para bien como para mal.
Me sudaban las manos. El hombre carraspeó y siguió hablando.
-Hemos estado en contacto con el exterior de este asentamiento durante varias semanas, y a la vez, ellos también han estado en contacto con más supervivientes. No somos muchos, ni tampoco somos pocos, somos los suficientes para poder seguir adelante.- hizo una breve pausa para beber agua, estaba nervioso, al igual que todos nosotros.- Podemos vencerlos, sabemos cómo acabar con ellos, con la enfermedad, todos sabemos que es un sacrificio, pero no será en vano...
El hombre siguió hablando, pero yo desconecté de la realidad. Lo que necesitaban eran personas lo suficientemente desgraciadas para dar su vida, para morir por el bien de la sociedad. Un simple disparo al corazón después de que el alma oscura se introdujera en el cuerpo era lo que se necesitaba para acabar con ellas, se quedan atrapadas allí, para siempre. Mientras tanto seguían reproduciéndose y extendiéndose como la pólvora.
El hombre acabó de hablar y muchos de los espectadores comenzaron a aplaudir. ¿Cómo podían aplaudir? ¿Acaso estaban contentos? Iban a morir muchas personas, poniendo en riesgo nuestra propia existencia. Una mujer pelirroja tomó el micrófono y su voz se expandió de nuevo por toda la plaza.
-Todos sabemos el sacrificio que debemos hacer, pero será decisivo para la supervivencia de nuestra especie, contamos con más de tres mil personas procedentes de otros asentamientos exteriores que se han ofrecido para el sacrificio y con otras mil personas que se han ofrecido para ser los francotiradores, necesitamos más, tenemos que superarlos en número, no sabemos con determinación cuántas almas oscuras, cuántas sombras son. Así que se ha tomado una difícil y dura decisión en este asentamiento respecto a el sacrificio, y la decisión es que todos los mayores de diecisiete años están obligados a ir, ya sea como sacrificio o como francotirador.
Hubo un silencio sepulcral. Me quedé analizando las últimas palabras en mi cabeza:"Los mayores de diecisiete años..." El pulso me estalló bajo las venas, sintiendo todos y cada uno de los latidos como fuertes cañonazos en mis oídos. La gente empezó a asimilar aquellas palabras que aún no tenían sentido para mí, contestando con gritos ahogados, gemidos e incluso lágrimas.
Fuimos separados esa misma mañana por edad, sexo y qué función desempeñaríamos. No tuvieron en cuenta nada, si tenías familia o no, si tenías ochenta años o diecisiete, no les importaba, el deseo de acabar con la enfermedad y las sombras les cegaba. Por eso no me sorprendí al oír mi nombre a través del micrófono cuando estaban anunciando los nombres de las personas asignadas a cumplir la función de sacrificio.
A partir de ese momento todo ocurrió muy rápido, en cuestión de semanas los francotiradores ya sabían manejar todo tipo de pistolas y en cuanto a los demás, incluyéndome a mí, supongo que ya estábamos listos para morir.
Todos en fila y ordenados caminando hacia el lugar acordado donde las sombras nos encontrarían, como soldados preparados para la guerra, así estábamos, eso éramos. Ya ni siquiera sabía si sentía miedo de morir o alivio de dejar todo esto atrás. Estábamos todos preparados, esperando el pistoletazo que indicaría el comienzo del fin de muchos de nosotros. Sin más, el sordo sonido de un disparo resonó en mitad del silencio, los francotiradores se pusieron en posición y el sacrificio comenzó.
Se oían disparos por todos lados y allá donde miraba veía gente pálida con venas negras marcadas por todo el cuerpo, al igual que Eric y al segundo siguiente ya estaban en el suelo. Cerré los ojos, me sudaban las manos, tenía los músculos en tensión y no reaccionaban a mis órdenes de moverse, por lo que me quedé allí, esperando a que las sombras se apoderaran de mí. Pero no ocurría nada. Abrí los ojos, todos estaban tan confusos como yo, miles de personas yacían pálidas en el suelo. Todos seguíamos en silencio esperando otra oleada de sombras. Silencio y más silencio. Tras más de una hora de intensa espera, la voz del mismo hombre que nos reunió en la plaza aquella mañana rompió el silencio.
-Señoras y señores, supervivientes de la enfermedad de las almas oscuras.- se aclaró la garganta.- hemos luchado y sobrevivido, y a pesar de las miles de pérdidas que hemos presenciado hoy, debemos sentirnos orgullosos, porque hoy, señoras y señores, las sombras han sido vencidas...
La multitud de gente empezó a aplaudir antes de que el hombre acabara su discurso. Siguieron aplaudiendo mientras muchos otros se abrazaban, se besaban o se reunían con sus familiares. Una lágrima se deslizó por mi mejilla. Alguien me tocó el hombro, me giré. Jeremy impactó su cuerpo contra el mío fundiéndose en un abrazo. Sarah, el señor Bennet y otros muchos de los supervivientes estaban a pocos pasos de nosotros. Nos abrazamos todos mientras reíamos y llorábamos de felicidad, habíamos creado una gran familia, éramos una gran familia.
El juego repetitivo había acabado, y como siempre, el fuerte gana y el débil es eliminado.



miércoles, 4 de febrero de 2015

PARTE 1. CAPÍTULO 1. "Todo"



La gente dice que la vida son dos días.
Encima uno de ellos lo pasas durmiendo. Por esa regla de tres, sólo nos quedaría un día para vivir.
Es imposible vivir toda una vida en un solo día. Pero he llegado a la conclusión de que no tienes un solo día. Tienes dos. Aunque pases uno durmiendo, soñar es vivir.
¿Qué es la vida si no un sueño? Por eso, no me importaría quedarme los dos días soñando, puedo soñar lo que quiera, en cambio, la vida no es un juego donde pueda elegir o donde pueda rehacer lo hecho. Si algo me ha enseñado la vida, es que tengo que vivir hasta el último segundo de ella, porque una vez acabada no hay vuelta atrás y todo lo vivido, todo lo soñado, se quedará en el olvido.

Olvido.
El olvido es un hecho inevitable, todos lo sabemos. Habrá algún momento, dentro de cientos y miles de años o incluso mañana, en el que el ser humano quedará totalmente en el olvido de la soledad, entonces no habrá nadie que recuerde a personajes históricos y mucho menos, nadie nos recordará a nosotros.
Por otro lado, todo el mundo teme a la muerte, ¿Quién no teme dejar de existir? A lo que verdaderamente deberíamos temer es al olvido, porque eso significaría el fin de nuestra existencia.
Pero claro, ¿Quién soy yo para decir lo que la gente debería temer? El miedo es subjetivo. Y también es inevitable.
Mientras sigo debatiendo mis teorías filosóficas en mi interior, mi exterior sigue igual que hace aproximadamente tres meses. Sigo tumbada en la misma cama que hace más de un mes y medio, sigo con la misma ropa de hace dos semanas y sigo con el mismo picor en la parte superior de la espalda de hace dos horas. Mi coeficiente intelectual está dentro de la media como para saber que si me pica algo, me rasco, el problema es que mi cuerpo es el que tiene un coeficiente intelectual muy por debajo de la media, lo que significa que no hace nada, y cuando digo nada, es nada.
Soy una chica de diecisiete años en coma. Llevo más de dos meses sin salir del hospital de Indianápolis. Sin salir de estas cuatro paredes. Sin poder disfrutar de mi vida adolescente.
No es una historia muy complicada, ni siquiera hubo muchos heridos, la peor parada fui yo. Íbamos de camino a una fiesta.
Tenía los nervios a flor de pié, no me podía creer que Mark nos hubiera invitado a su grandiosa fiesta. Estaba segura de que tenía todo preparado, de todos modos, volví a revisar el bolso: pintalabios, rímel, móvil, llaves de casa, dinero y carnet de identidad.
-¿Nerviosa?-me dijo Hayley mientras entraba por la parte trasera del coche.
Me volví hacia ella. Iba deslumbrante. Su pelo castaño claro a rizos caía como cascadas hasta su cintura, llevaba un vestido azul y plateado que hacía que pareciera una pequeña princesa y sus zapatos... en fin, eran los mejores que había visto en mi vida. Me estaba arrepintiendo de haberle hecho caso a mi madre y haber escogido el vestido blanco de la tienda de la esquina.
-Bastante.-le susurré mientras reíamos juntas.
Daren, que estaba al volante y a mi lado, buscó mi mano con la suya y las entrelazó. Me volví para mirarle y me encontré con sus perfectos ojos verdes ya posados en mí. Le sonreí y él imitó mi gesto.
El último en entrar en el coche fue Steven, el novio de Hayley, que iba tan deslumbrante como ella. Eran la pareja perfecta, como Barbie y Ken. Daren y yo éramos también novios, sólo que no éramos "la pareja perfecta", no porque no fuéramos tan perfectos como Hayley y Steven, ni porque discutiéramos casi todo el rato, no, simplemente no lo éramos. Aún así, él me quería y yo a él, eso era lo importante ¿no?
-¿Estáis ya todos listos?-preguntó Daren.
-Sí.-contestaron Hayley y Steven al unísono.
-¿Cinturones?-pregunté yo.
-¡Qué pesada Alex, vámonos ya!-dijo Hayley riéndose de nuevo.
Daren puso en marcha el coche y empezó a conducir hacia el local donde se iba a celebrar la fiesta.
-Daren, tío, ve primero a la tienda "Veinticuatro horas" para comprar la bebida, que allí si no tienes dieciocho años no te venden el alcohol.-dijo Steven.
Daren asintió sin decir nada y se dirigió hacia la pequeña tienda situada entre dos gasolineras.
Llegamos al aparcamiento de la pequeña tienda, eran las diez de la noche y todo estaba desértico. Las farolas alumbraban varios coches que parecían estar abandonados. A pesar de la época en la que estábamos, había una neblina que no te permitía ver más a allá de cierta distancia. Se me pusieron los vellos en punta e intenté calentarme un poco frotándome los brazos con las palmas de mis manos.
-Quedaros en el coche si queréis, Steven y yo iremos a comprar las cosas.-nos informó Daren.
-Hayley, ¿Qué quieres para beber?-le preguntó Steven acercándose a ella.
Daren se giró hacia mí y me puso su fría mano en mi hombro.
-Alex, ¿Te gusta el vodka?-me preguntó Daren.
-No creo que beba hoy, mañana tengo que estudiar para uno de mis exámenes finales y necesito estar concentra…
Daren me tapó la boca con sus suaves labios. Sabía que los estudios eran muy importantes para mí, así que nunca rechistaba cuando me negaba a beber o simplemente me negaba a salir.
-No pasa nada.-me dijo con sus labios aún en los míos.
Se apartó un poco de mí y me puso un mechón de pelo detrás de la oreja.
-¡Volvemos en un minuto!-dijo Steven mientras se bajaba del coche.
-Ahora vuelvo.-me dijo Daren dándome un último beso en la mejilla.
Hayley y yo nos quedamos solas en el coche. Miré por la ventanilla mientras se dirigían hacia la tienda. Cuando estuvieron fuera del alcance de mi vista, alargué mi mano para coger el móvil del bolso y revisé si tenía algún mensaje de mi madre.
-Esto... Alex-me interrumpió Hayley.-tengo que contarte algo.
-Dime,-dije volviéndome hacia ella con cara de preocupación, pero ella no parecía preocupada, más bien avergonzada.-¿Qué pasa?
-Es que... no sé cómo decirlo...
Hayley empezó a morderse el labio superior como solía hacer.
-¡Sólo dilo!-dije riéndome.
Empezó a ruborizarse demasiado, la cara le iba a estallar. Abrió la boca para decirme algo pero volvió a cerrarla, llevándose las manos a las mejillas y tapándose los ojos.
-No soy virgen-dijo en un susurro.
Me quedé rígida de pies a cabeza.
-Espera, ¿Qué?-inquirí abriendo la boca de par en par. La risa empezó a salirme sola.
-¡No te rías!
-¡Hayley!-dije riéndome aún más fuerte-¡Eso es…Fantástico! Pero, ¿Cómo…? Quiero decir, ¿Cuándo…-las carcajadas salían solas a la vez que mi intriga aumentaba cada vez más.
-Tranqui, Alex-me dijo riéndose ella también- Te lo contaré to…-dejó la frase a mitad y la sonrisa se le borró de la cara.
-Mira.-dijo Hayley posando sus ojos sobre algo que estaba afuera de mi alcance.
Hayley alargó su mano para señalar algo procedente de fuera del coche. Giré la cabeza haciendo que el pelo se me viniera a la cara y divisé dos hombres encapuchados, que se bajaban de uno de los coches abandonados del aparcamiento, y se dirigían hacia a la pequeña tienda de la gasolinera. La sangre huyó de mi rostro. Hayley y yo nos quedamos mirando a aquellos hombres sin saber qué hacer ni qué decir. Las manos me temblaban acompañadas de un sudor frío que me empezaba a recorrer la nuca, empecé a rebuscar mi bolso en busca del móvil.
-Avisa a Steven.-le dije a Hayley con voz ronca por culpa del nudo que tenía en la garganta, pero no obtuve respuesta de ella.
Levante la cabeza para dirigirme de nuevo hacia ella. Estaba pálida, petrificada y seguía observando a aquellos dos hombres.
-Van armados.-me dijo con un susurro sin quitar la vista de ellos.
Los temblores de mis manos no cesaban, al revés, iban aumentando cada vez más hasta el punto de no poder controlarlas. Aún así, seguía buscando el móvil por todos los bolsillos del bolso. Abriendo y cerrando cremalleras.
-Joder, Hayley, cálmate, todo va a estar bien.-dije, ni siquiera me creía mis propias palabras. Mis manos seguían buscando el móvil. Noté algo húmedo caer por mis mejillas. Lágrimas del propio pánico.
-¡Tenemos que hacer algo!-dijo Hayley casi gritando. Se estaba poniendo histérica y eso no me ayudaba. Mi mano por fin se topó con el móvil. Lo agarré con ambas manos y empecé a marcar el número de Daren.
Un sordo y fuerte sonido hizo que me móvil se me resbalara de las manos, golpeándose con el salpicadero y cayendo al suelo. Un grito ahogado salió de mi garganta. El grito de Hayley hizo que me sobresaltara aún más.
-Un disparo.-dijo Hayley de nuevo susurrando. Las lágrimas no se contuvieron más y Hayley empezó a derramarlas una a una.
Me quité el cinturón de un tirón y me arrojé al suelo para coger de nuevo mi móvil. Esta vez conseguí marcar el número entero y me llevé el teléfono a la oreja. Tras varios segundos comunicando, una voz sonó por la otra línea.
-Alex-la voz de Daren sonaba alarmada, pero no herida.-tenéis que llamar a la policía, tenéis que salir de- otro estallido hizo que diera un salto en el asiento del coche, y junto a él, se hoyó un fuerte grito, pero esta vez no procedía de mi garganta ni de la de Hayley. Procedía de Steven. Silencio.
-¡Daren!-grité. La llamada se cortó. Me despegué el móvil de la oreja y volví a marcar rápidamente el número de Daren, pero tras varios segundos, el contestador saltó.
-Mierda.-susurré.
-¿Qué ha pasado? ¡¿A quién han disparado?!-preguntó Hayley con la voz más elevada de lo normal-¡Steven no me contesta las llamadas! ¡Joder, Alex!
Me quedé mirándola sin saber siquiera qué decir, mis lágrimas tampoco aguantaban más. Hayley me sacudió los hombros.
-¡Alex!-me chilló.
-Steven.-fue lo único que pude decir entre sollozos y lágrimas.
Hayley no dijo nada, ni una palabra. Se quitó su cinturón y se arrojó hacia la puerta del coche, la abrió y salió corriendo.
-¡Steven! ¡Steven!-empezó a gritar a pulmón abierto.
-¡¿Qué haces?!¡No!¡Vuelve!-le chillé a Hayley mientras ella hacía caso omiso y seguía dirigiéndose hacia aquella pequeña tienda.
Abrí mi puerta y salí tras ella para detenerla. El tacón se atascó en el sillón, tiré de mi pierna y el zapato se partió en dos.
Hayley seguía avanzando hacia la tienda mientras gritaba el nombre de su novio.
-¡Para!-grité lo más fuerte que pude-¡Vas a hacer que te maten!
Hayley no se detenía, al contrario, cada vez corría más y más.
Otro disparo.
La pared de cristal estalló, haciendo que miles de cristales fueran directos hacia nosotras. Me tiré al suelo e intenté cubrir mi cuerpo con ambos brazos. Noté como varios cristales penetraban en la piel de mis brazos y piernas. Abrí los ojos y vi a Hayley tirada en el suelo también.
Levanté la cabeza y traté de arrastrarme hacia ella.
-¡Hayley!
No hubo respuesta.
Me levanté del suelo temblando, mis piernas no aguantaban mi peso y mi vista se nublaba por momentos. Noté un pequeño pinchazo en mi brazo izquierdo. Un cristal había impactado en él y la sangre oscura salía poco a poco del borde. Ignoré el dolor y el mareo. Me acerqué a Hayley lo más rápido que pude y me agaché al lado de ella. Escuchaba su respiración entrecortada.
-Estoy…-dijo con voz ronca mientras tosía- bien.
Vi como tenía los brazos salpicados con pequeñas gotitas de sangre debido a los cristales. Le observé la pierna y un trozo de cristal se había incrustado en ella, haciendo que emanara una gran cantidad de sangre por el corte. Estaba muchísimo peor que mi brazo.
-¡Dios, Hayley! ¿Te duele?-le pregunte mientras le prestaba más atención a su pierna. Hice una mueca de dolor al sentir una punzada y me llevé la mano al costado para intentar calmarla. La mano llena de sangre manchó el lateral del vestido, cosa que ignoré ya que nada de eso importaba en esos momentos.
Así que arranqué un trozo de gasa del vestido y rodeé con él la pierna de Hayley tratando de hacer un torniquete al igual que lo había visto hacer anteriormente en las películas.
-¿Te duele mucho?-pregunté casi sin aliento. Odiaba la sangre.
Hayley negó con la cabeza.
-¿Desde cuándo sabes primeros auxilios?-preguntó haciendo una mueca entre dolor y sonrisa.
-Desde que empecé a ver “Perdidos”-dije sonriendo yo también.- ¿Sabes? Si Jack sabe hacer un torniquete, yo también puedo.
Las dos reímos sin ganas.
De repente los hombres encapuchados salieron con varias bolsas de plástico llenas de dinero y productos de la tienda. Llevaban aún las pistolas en las manos, preparados para usarlas si hacíamos algún movimiento inapropiado.
Hayley y yo seguíamos sentadas en el suelo, en medio de la calle, sin saber qué hacer. El corazón me palpitaba tan fuerte que hasta dolía.
Uno de los hombres se volvió hacia nosotras. Y levantó la mano con la pistola.
Empezó a pitarme los oídos de tal manera que ni siquiera escuché el disparo. Sólo supe que había disparado porque me dolió.
Miré a Hayley, que me miraba con cara horrorizada y volví la vista hacia dónde sabía que algo había impactado en mí. Un pequeño y perfecto agujero se había creado en la parte derecha de mi pecho, de donde se derramaba, sin cesar, una cascada de sangre. Cerré los ojos.

-¡Alex!-fue lo último que escuché.

Nuevo giro/ BLOG PERSONAL.

Hola a todos los twilighters, divergents y tributes. Hace ya tiempo que dejé abandonado este blog, por lo que he decidido retomarlo, pero no para informar sobre estos maravillosos libros y estas fantásticas Sagas, si no, más bien, he querido hacer un giro personal. 
He decidido que voy a publicar aquí relatos, novelas e incluso bandas sonoras de mi "propia cosecha" para que amigos, familiares y amantes de la música y la escritura, puedan echar un vistazo, disfrutar y aconsejarme. 

Espero que no os decepcione este cambio de temática y os guste.