miércoles, 25 de febrero de 2015

PARTE 1. CAPÍTULO 4 "El momento nunca llega"

Al día siguiente alguien entra en la habitación por la mañana sin llamar, cosa que me sorprende.
-Perdón-dice una voz conocida-no he llamado porque... bueno, tampoco es que vayas a responder... lo siento.
Yael aparece por la puerta con una sonrisa de oreja a oreja. Lleva el pelo alborotado, como siempre, un jersey azul que le va a juego con sus ojos y unos vaqueros rotos oscuros.
-¿Qué tal estás, Bella Durmiente?-dice cruzando la habitación.
Sonrío interiormente. Me percato de que algo en él ha cambiado. Cuando vuelve a abrir la boca, averiguo de que se trata. Un pequeño alambre le recorre la boca de un lado a otro, con pequeñas gomas de color azul oscuro.
Le han puesto aparatos.
-¡Muy bien, Yael!-dice él con voz chillona tratando de imitar la mía, aunque no se parece en nada.
Deseo reírme, como hacía antes. Antes de quedarme así. Antes, mucho antes...

Yael se acercó a mí con el hilo colgando entre sus dedos y con una sonrisa enorme.
-¿Estás seguro?-dije entre risas.
Yael empezó a reírse mientras sacudía su cabeza de un lado a otro, haciendo que los mechones de pelo se le cayeran sobre los ojos.
No podía parar de reírme, parte de ello debido a los nervios y al miedo que sentía en aquel momento. Sentí la saliva salirse de su sitio por culpa de las carcajadas, y la limpié con la manga de un manotazo.
-Venga, hazlo rápido.-dije riéndome aún.
Dejé la boca abierta, Yael se aproximó a mí y enredó el hilo en el último diente de leche que me quedaba. Sus manos temblaban por la risa que aún se apoderaba de él.
-¿Lista?
Sin esperar ninguna respuesta, Yael tiró del hilo fuertemente, haciendo que mi diente saliera disparado hacia arriba.
Ambos nos quedamos boquiabiertos mientras observábamos el diente caer y rodar por el suelo. Sentí un leve pinchazo en la encía, así que me llevé el dedo hacía ella. Lo retiré y una gota de sangre manchaba mi yema.
Miré a Yael incrédula y él empezó a reír de nuevo. Se acercó a mí, esta vez sin el hilo, y me abrazó mientras los dos reíamos.


Esa es una de las cosas que más echo de menos, reír.
-Lo siento por no haber podido venir estos últimos días, ya sabes, el verano, el principio del curso, las nuevas chicas… Ya sabes…
Ojala pudiera darle uno de mis sabios consejos femeninos, pero da igual, no me escucharía de todos modos. Deseo tanto abrazarle en estos momentos.
-Ten cuidado con las chicas, Yael.-dice volviendo a imitar mi voz chillona.
-Sí, Alex.-dice respondiéndose él mismo.
Se ríe mirándome y se deja caer sobre el sillón donde se habían sentado ya tantas personas..
Todo huele diferente. Huele a felicidad, la felicidad que Yael ha traído consigo, la echo de menos. Mucho.
Yael suspira y empieza a rascarse la cabeza, como si se estuviera cuestionando algo interiormente.
-No quiero ser aguafiestas, ni arruinar probablemente el único momento de diversión que has tenido en todo el día… o en toda la semana-dice esto último susurrando, pero su rostro a cambiado, su hoyuelo a desaparecido y su cara tiene un aspecto mucho más serio, cosa que me preocupa.
Le doy la razón sin remota cuestión. Esto para mí, ahora mismo, es mejor que ver la televisión, sin comparación.
-Necesito que sepas algo-comienza diciendo.-Ya sé que estás con Daren…
Bueno eso ya no lo sabía ni yo, ¿Seguíamos siendo novios?
-Bueno, el caso es…-se sigue trabando.-bueno, ya sabes que llevamos siendo amigos desde hace muchos años… Y me enfadé mucho cuando elegiste a Daren antes que a mí, me dolió muchísimo, no sabes cuánto y bueno…
Se pasa la mano por el pelo y se toca la cara con ambas manos, como si le costara mucho esfuerzo decir lo que estaba a punto de decir. Su pierna comienza a temblar convulsivamente, y una gota de sudor le cae por la frente.
-No sé si estarás escuchando esto o no, Alex, pero quiero que sepas que yo siempre voy a estar aquí, contigo…
Sus palabras me llegan, y duelen. No porque me esté dando cuenta de todo el daño que le hice, sino porque más bien esto suena a sermón de despedida.
Yael se acerca más a mi camilla y me coge la mano llena de tubos entre las suyas.
-Sólo recuerda...-trata de decir, pero se detiene antes de acabar la frase.
No lo entiendo, ¿Qué quiere decir con todo esto? ¿Va a dejar de visitarme o realmente me dice esto porque quiere darme ánimos?
-Alex, llevas cinco meses en coma, cinco meses sin verte sonreír…-prosigue diciendo.- antes incluso te observaba a escondidas en el recreo para verte-dice con una pequeña risa vergonzosa.- esto último no se lo digas a mucha gente ¿vale? Tengo una reputación que mantener…
Nos reímos los dos a la vez, pero él se sonroja así que doy por supuesto que es verdad lo que ha dicho, lo cual me hace más gracia aún.
-Con todo esto quiero decir, que intentes luchar, ¿vale?.-suelta esto último como un bomba, rápido pero letal. ¿Qué luche? ¿Cómo se supone que voy a luchar?
-Alex, sólo intenta recuperarte, no lo sé…-deja la frase a medio decir, y se vuelve a llevar las manos a la cabeza.
-Joder, Alex, te quiero.-dice mientras se muerde el labio inferior y se le levanta rápidamente del sillón.
Me quedo como una piedra, es gracioso decirlo ya que literalmente estoy como una piedra, pero noto como si mi respiración se entrecortara.
Sus palabras me taladran la mente. Yo también quiero a Yael, pero como un amigo. Por Dios, es como mi hermano.
Él también me quiere de esa manera. Como se quieren los hermanos...¿verdad?
Estoy confusa. Mis pensamientos se mezclan. Aunque recuerdo cuando salió de mi boca aquellas exactas palabras.
Sí, me declaré a Yael hace muchos años atrás. Cuando yo llevaba aparatos y tenía granos por toda la cara y él, en cambio, seguía siendo rubio, con ojos azules y unas gafas que incluso le hacían más guapo.
Ahora los papales se han tornado. Y yo estoy en coma. ¿Por qué estoy incluso pensando en esto?
Noto que mi corazón se acelera un poco, y puedo demostrarlo porque el aparato que mide mis latidos empieza a pitar un poco más rápido. Yael parece notarlo.
-¿Alex? ¿Me escuchas?-dice acercándose más a mí.
Quiero gritarle un “¡Sí!”, pero mis labios están sellados.
Yael me coge la cara entre sus manos.
-Alex, te quiero.
La máquina vuelve a descontrolarse un poco. ¿Por qué se descontrola? Yo ya no siento lo mismo por él…
-¡Te quiero!-dice Yael gritando y riéndose a la vez.
De repente los pitidos se vuelven más rápidos aún y a Yael se le borra la sonrisa de la cara, parece asustado.
La negrura llega sin previo aviso, todo se vuelve poco a poco más oscuro y ya nada tiene sentido. Noto algo presionando mi cabeza, como si deseara aplastarla. Mis pensamientos se distorsionan.
Escucho a alguien gritando auxilio y los pitidos de mi corazón como un murmullo. Intento ver algo por última vez pero tan solo veo a un doctor emborronado llevándose a Yael de la habitación a empujones.
-Sólo recuerda que te quie...
Es lo último que escucho.
El sentimiento de aplastamiento se extiende por todo mi cuerpo hasta llegar a los dedos de los pies. Todo me pesa. Pesa demasiado y la oscuridad me impide ver que está pasando.
Tienes que luchar más” recuerdo las palabras de Yael como un eco en mi interior.
Siento pequeños pero intensos calambres por todas las manos y brazos. Quiero gritar de dolor pero mi boca no me obedece, al igual que en todo este tiempo.
Los calambres no cesan y pasan de los brazos a las piernas, destrozándome desde las puntas de los dedos hasta la parte inferior de mi abdomen. La negrura sigue avanzando, se lleva todo con ella. Intento derrotarla, siento como puedo hacer fuerza con mi cuerpo para impedir que todo se vuelva oscuro, pero es demasiado resistente y yo estoy demasiado débil. Sigo luchando pero la negrura avanza cada vez más.

Todo es negro.

Intento gritar de nuevo.

Los calambres se van, el dolor se va y me quedo cara a cara con la oscuridad.

Ya no tengo más fuerzas. Así que cuando noto que el peso vuelve de nuevo no intento luchar, dejo que me aplaste. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario