Al
día siguiente alguien entra en la habitación por la mañana sin
llamar, cosa que me sorprende.
-Perdón-dice
una voz conocida-no he llamado porque... bueno, tampoco es que vayas
a responder... lo siento.
Yael
aparece por la puerta con una sonrisa de oreja a oreja. Lleva el pelo
alborotado, como siempre, un jersey azul que le va a juego con sus
ojos y unos vaqueros rotos oscuros.
-¿Qué
tal estás, Bella Durmiente?-dice cruzando la habitación.
Sonrío
interiormente. Me percato de que algo en él ha cambiado. Cuando
vuelve a abrir la boca, averiguo de que se trata. Un pequeño alambre
le recorre la boca de un lado a otro, con pequeñas gomas de color
azul oscuro.
Le
han puesto aparatos.
-¡Muy
bien, Yael!-dice él con voz chillona tratando de imitar la mía,
aunque no se parece en nada.
Deseo
reírme, como hacía antes. Antes de quedarme así. Antes, mucho
antes...
Yael
se acercó a mí con el hilo colgando entre sus dedos y con una
sonrisa enorme.
-¿Estás
seguro?-dije entre risas.
Yael
empezó a reírse mientras sacudía su cabeza de un lado a otro,
haciendo que los mechones de pelo se le cayeran sobre los ojos.
No
podía parar de reírme, parte de ello debido a los nervios y al
miedo que sentía en aquel momento. Sentí la saliva salirse de su
sitio por culpa de las carcajadas, y la limpié con la manga de un
manotazo.
-Venga,
hazlo rápido.-dije riéndome aún.
Dejé
la boca abierta, Yael se aproximó a mí y enredó el hilo en el
último diente de leche que me quedaba. Sus manos temblaban por la
risa que aún se apoderaba de él.
-¿Lista?
Sin
esperar ninguna respuesta, Yael tiró del hilo fuertemente, haciendo
que mi diente saliera disparado hacia arriba.
Ambos
nos quedamos boquiabiertos mientras observábamos el diente caer y
rodar por el suelo. Sentí un leve pinchazo en la encía, así que me
llevé el dedo hacía ella. Lo retiré y una gota de sangre manchaba
mi yema.
Miré
a Yael incrédula y él empezó a reír de nuevo. Se acercó a mí,
esta vez sin el hilo, y me abrazó mientras los dos reíamos.
-Lo
siento por no haber podido venir estos últimos días, ya sabes, el
verano, el principio del curso, las nuevas chicas… Ya sabes…
Ojala
pudiera darle uno de mis sabios consejos femeninos, pero da igual, no
me escucharía de todos modos. Deseo tanto abrazarle en estos
momentos.
-Ten
cuidado con las chicas, Yael.-dice volviendo a imitar mi voz
chillona.
-Sí,
Alex.-dice respondiéndose él mismo.
Se
ríe mirándome y se deja caer sobre el sillón donde se habían
sentado ya tantas personas..
Todo
huele diferente. Huele a felicidad, la felicidad que Yael ha traído
consigo, la echo de menos. Mucho.
Yael
suspira y empieza a rascarse la cabeza, como si se estuviera
cuestionando algo interiormente.
-No
quiero ser aguafiestas, ni arruinar probablemente el único momento
de diversión que has tenido en todo el día… o en toda la
semana-dice esto último susurrando, pero su rostro a cambiado, su
hoyuelo a desaparecido y su cara tiene un aspecto mucho más serio,
cosa que me preocupa.
Le
doy la razón sin remota cuestión. Esto para mí, ahora mismo, es
mejor que ver la televisión, sin comparación.
-Necesito
que sepas algo-comienza diciendo.-Ya sé que estás con Daren…
Bueno
eso ya no lo sabía ni yo, ¿Seguíamos siendo novios?
-Bueno,
el caso es…-se sigue trabando.-bueno, ya sabes que llevamos siendo
amigos desde hace muchos años… Y me enfadé mucho cuando elegiste
a Daren antes que a mí, me dolió muchísimo, no sabes cuánto y
bueno…
Se
pasa la mano por el pelo y se toca la cara con ambas manos, como si
le costara mucho esfuerzo decir lo que estaba a punto de decir. Su
pierna comienza a temblar convulsivamente, y una gota de sudor le cae
por la frente.
-No
sé si estarás escuchando esto o no, Alex, pero quiero que sepas que
yo siempre voy a estar aquí, contigo…
Sus
palabras me llegan, y duelen. No porque me esté dando cuenta de todo
el daño que le hice, sino porque más bien esto suena a sermón de
despedida.
Yael
se acerca más a mi camilla y me coge la mano llena de tubos entre
las suyas.
-Sólo
recuerda...-trata de decir, pero se detiene antes de acabar la frase.
No
lo entiendo, ¿Qué quiere decir con todo esto? ¿Va a dejar de
visitarme o realmente me dice esto porque quiere darme ánimos?
-Alex,
llevas cinco meses en coma, cinco meses sin verte sonreír…-prosigue
diciendo.- antes incluso te observaba a escondidas en el recreo para
verte-dice con una pequeña risa vergonzosa.- esto último no se lo
digas a mucha gente ¿vale? Tengo una reputación que mantener…
Nos
reímos los dos a la vez, pero él se sonroja así que doy por
supuesto que es verdad lo que ha dicho, lo cual me hace más gracia
aún.
-Con
todo esto quiero decir, que intentes luchar, ¿vale?.-suelta esto
último como un bomba, rápido pero letal. ¿Qué luche? ¿Cómo se
supone que voy a luchar?
-Alex,
sólo intenta recuperarte, no lo sé…-deja la frase a medio decir,
y se vuelve a llevar las manos a la cabeza.
-Joder,
Alex, te quiero.-dice mientras se muerde el labio inferior y se le
levanta rápidamente del sillón.
Me
quedo como una piedra, es gracioso decirlo ya que literalmente estoy
como una piedra, pero noto como si mi respiración se entrecortara.
Sus
palabras me taladran la mente. Yo también quiero a Yael, pero como
un amigo. Por Dios, es como mi hermano.
Él
también me quiere de esa manera. Como se quieren los
hermanos...¿verdad?
Estoy
confusa. Mis pensamientos se mezclan. Aunque recuerdo cuando salió
de mi boca aquellas exactas palabras.
Sí,
me declaré a Yael hace muchos años atrás. Cuando yo llevaba
aparatos y tenía granos por toda la cara y él, en cambio, seguía
siendo rubio, con ojos azules y unas gafas que incluso le hacían más
guapo.
Ahora
los papales se han tornado. Y yo estoy en coma. ¿Por qué estoy
incluso pensando en esto?
Noto
que mi corazón se acelera un poco, y puedo demostrarlo porque el
aparato que mide mis latidos empieza a pitar un poco más rápido.
Yael parece notarlo.
-¿Alex?
¿Me escuchas?-dice acercándose más a mí.
Quiero
gritarle un “¡Sí!”, pero mis labios están sellados.
Yael
me coge la cara entre sus manos.
-Alex,
te quiero.
La
máquina vuelve a descontrolarse un poco. ¿Por qué se descontrola?
Yo ya no siento lo mismo por él…
-¡Te
quiero!-dice Yael gritando y riéndose a la vez.
De
repente los pitidos se vuelven más rápidos aún y a Yael se le
borra la sonrisa de la cara, parece asustado.
La
negrura llega sin previo aviso, todo se vuelve poco a poco más
oscuro y ya nada tiene sentido. Noto algo presionando mi cabeza, como
si deseara aplastarla. Mis pensamientos se distorsionan.
Escucho
a alguien gritando auxilio y los pitidos de mi corazón como un
murmullo. Intento ver algo por última vez pero tan solo veo a un
doctor emborronado llevándose a Yael de la habitación a empujones.
-Sólo
recuerda que te quie...
Es
lo último que escucho.
El
sentimiento de aplastamiento se extiende por todo mi cuerpo hasta
llegar a los dedos de los pies. Todo me pesa. Pesa demasiado y la
oscuridad me impide ver que está pasando.
“Tienes
que luchar más” recuerdo las palabras de Yael como un eco en mi
interior.
Siento
pequeños pero intensos calambres por todas las manos y brazos.
Quiero gritar de dolor pero mi boca no me obedece, al igual que en
todo este tiempo.
Los
calambres no cesan y pasan de los brazos a las piernas, destrozándome
desde las puntas de los dedos hasta la parte inferior de mi abdomen.
La negrura sigue avanzando, se lleva todo con ella. Intento
derrotarla, siento como puedo hacer fuerza con mi cuerpo para impedir
que todo se vuelva oscuro, pero es demasiado resistente y yo estoy
demasiado débil. Sigo luchando pero la negrura avanza cada vez más.
Todo
es negro.
Intento
gritar de nuevo.
Los
calambres se van, el dolor se va y me quedo cara a cara con la
oscuridad.
Ya
no tengo más fuerzas. Así que cuando noto que el peso vuelve de
nuevo no intento luchar, dejo que me aplaste.
No hay comentarios:
Publicar un comentario