Siento
los pies.
Siento
las manos.
Siento
cada cosa donde debería estar, incluso noto el corazón latiendo
debajo de mi pecho.
Siento
el aire que procede de alguna ventana cercana, me agita un mechón de
pelo y lo deja caer en mis ojos.
Lo
siento, siento el mechón de pelo molestándome y haciéndome
cosquillas en el párpado. Intento apartarlo de mi cara pero no puedo
mover el brazo.
Siento
la sábana entrelazada por mis dedos. La siento con el tacto e
intento recorrer el borde de ella con mi dedo. Siento como mi dedo
obedece y se pasea sutilmente por el borde de hilo de la tela. Un
impulso de felicidad junto con adrenalina me recorre todas las venas
y siento el corazón palpitar con más fuerza, con ansia. Intento
menear más dedos. Palpo el borde de la cama con la mano, notando
cada arruga y cada imperfección de ella.
Tardo
alrededor de una eternidad en poner activa todas las células de mi
cuerpo que parecían estar muertas. Siento todo mi cuerpo y lo siento
capaz de empezar a vivir de nuevo de una vez por todas.
Solo
me queda una cosa.
Intento
abrir los ojos, aunque sea un poco, pero pesan demasiado.
Lo
más simple del mundo me parece imposible conseguirlo. Arrugo un poco
la nariz para poder impulsar los párpados con ella. Una línea de
luz aparece por la parte inferior de la negrura. Intento abrirlos más
pero siento la necesidad de cerrarlos de nuevo, así que los cierro y
los intento abrir de nuevo. Diviso una sábana blanca cubriéndome
entera.
Cierro
los ojos y los vuelvo a abrir esta vez un poco más. Una lágrima
aparece a través de ellos, nublándome la visión. Consigo levantar
el brazo lo suficiente como para secármela con la mano. Intento
probar algo nuevo.
Abro
la boca e intento decir algo, lo que sea. Pero lo único que consigo
hacer son ruidos y gemidos sin sentido, me siento estúpida, ¿Por
qué no me ayudan? Lo intento de nuevo.
-Mm-a
m.-digo, o gimo.
-Mam.-intento
de nuevo.
-¡Mamma!-elevo
el tono de voz para que me escuchen, pero nadie parece hacerlo.
-¡Mamá!-consigo
gritar, claro y alto, lo suficiente como para que alguien que está
en la habitación lo escuche.
Pero
no hay respuesta, nada. Silencio.
Vuelvo
a la opción de los ojos y esta vez consigo abrirlos por la mitad,
dejándome ver que no hay nadie en la habitación, está
completamente vacía. Silencio sepulcral. Como si fuera la única de
todo el hospital, cosa que es imposible.
Decido
que ya es hora que hacer algo más productivo si nadie va a venir a
ayudarme, como por ejemplo, levantarme un poco.
Tardo
otra eternidad en ponerme sentada en la cama, pero lo consigo, yo
sola, sin ayuda de nadie. Y de nuevo, consigo ponerme de pie,
ignorando los temblores de las piernas que parecen no poder soportar
el peso de mi cuerpo.
Me
agarro a la esquina de la cama y voy andando poco a poco pero algo me
impide avanzar más. Miro a mi izquierda y veo millones de cables
enganchados a mí, con millones me refiero a tres o cuatro. Me quito
una aguja que tenía en la mano y varios parches que indicaban las
pulsaciones de mi corazón, esto hace que la maquina deje pitar
regularmente y haga un único sonido agudo e irritante. Me despego y
quito los demás cables a tirones haciéndome daño en algunas zonas
de mi cuerpo, pero me da igual.
Cuando
por fin estoy libre de ataduras comienzo a andar de nuevo.
Avanzo
por la habitación blanca, todo parece tan luminoso, parece un sueño.
Rezo porque no lo sea. Voy tocando todo lo que está a mi alcance,
las sábanas de la cama, la colcha, la barra metálica, la pared
lisa, mi camisón, mis brazos, me faltan cosas para tocar.
Miro
a mi izquierda y la luz que entra por la ventana me ciega, pero no me
molesta, hacía tanto que los rayos del sol no incidían sobre mí
que incluso me agrada. Dejo que el sol siga quemándome un poco la
piel mientras observo la habitación de nuevo. Toda blanca, sin
ninguna prenda o cosa fuera de su lugar, todo está tan ordenado que
parece que ha estado desértica todo el tiempo que he estado
inconsciente. El silencio, me preocupa tanto silencio. Solo escucho
mis irregulares respiraciones.
Giro
la cabeza hacia la puerta, una puerta blanca con una pequeña ventana
redonda en lo alto y el pomo metálico. Voy hacia ella
cuidadosamente, tocando todo y apoyándome para no perder el
equilibrio.
Llego
hasta ella, la toco y apoyo todo mi cuerpo sobre la pared de al lado
para descansar. La pared está fría, igual que lo parece estar todo,
excepto la luminosidad que entra por la ventana.
Vuelvo
a incorporarme e intento asomarme por la pequeña ventana de la
puerta, pero está demasiado alta para mi alcance. Me pongo que
puntillas pero sólo consigo ver el techo blanco de la sala de
afuera. Así que decido girar el pomo. Aferro la pieza metálica con
la mano y la giro hacia la derecha, hace un sonido extraño pero el
pomo no sigue girando, está atascado. Echo un vistazo por la puerta
y un pequeño pestillo me llama la atención.
Giro
el pestillo y vuelvo a intentar abrir la puerta. Esta vez nada impide
la movilidad del pomo, y éste gira hasta el final, terminando su
recorrido con un “click” que indica la obertura de la puerta.
Abro
la puerta silenciosamente mientras veo y escucho por la ranura todo
lo que está mi alcance. Veo un escritorio de cristal a pocos metros
de mí, donde una mujer rubia con gafas rojas teclea un ordenador sin
inmutarse de mi movimiento, veo gente andando por los pasillos,
enfermeros, médicos y gente esperando en sillones. El murmullo es
mínimo comparado con la de gente que hay. Abro cada vez un poco más
la puerta hasta que estoy prácticamente al alcance de la vista de
todos.
La
mujer rubia nota mi presencia y se vuelve hacia mí. Alarmada avisa
al doctor que está justo detrás de ella y éste se vuelve también
hacia mí y se encamina hacia mi dirección.
-¡Alex!
Dios mío, ¿cómo demonios…? Alex, ¿Cuándo..?-el doctor no
termina ninguna de las preguntas, tan solo se limita a llamarme Alex
y me dirige de nuevo hacia la habitación.
Me
tumba de nuevo en la cama, cosa que odio. Y me vuelve a poner todos
los tubos incluyendo las agujas, cosa que odio más.
-He
avisado a un doctor para que avisen a tus padres.
Mis
padres.
-Alex,
dios mío…-prosigue.-te encontrabas en un estado muy crítico,
¿cómo te sientes? ¿Cómo lo has hecho, hija?- el doctor me mira
intensamente con sus ojos marrones mientras apoya una mano en mi
frente y me acaricia el hombro.
-Alex,
por favor,-sigue suplicando.-di algo.
No
sé qué decir.
-Alex…
En
realidad si sé que decir, si sé que preguntar, así que antes de
que me formule otra pregunta que me aturda más, me adelanto y le
pregunto:
-¿Quién
es Alex?
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