miércoles, 4 de marzo de 2015

PARTE 2. CAPÍTULO 1 “Nada”


Siento los pies.
Siento las manos.
Siento cada cosa donde debería estar, incluso noto el corazón latiendo debajo de mi pecho.
Siento el aire que procede de alguna ventana cercana, me agita un mechón de pelo y lo deja caer en mis ojos.
Lo siento, siento el mechón de pelo molestándome y haciéndome cosquillas en el párpado. Intento apartarlo de mi cara pero no puedo mover el brazo.
Siento la sábana entrelazada por mis dedos. La siento con el tacto e intento recorrer el borde de ella con mi dedo. Siento como mi dedo obedece y se pasea sutilmente por el borde de hilo de la tela. Un impulso de felicidad junto con adrenalina me recorre todas las venas y siento el corazón palpitar con más fuerza, con ansia. Intento menear más dedos. Palpo el borde de la cama con la mano, notando cada arruga y cada imperfección de ella.
Tardo alrededor de una eternidad en poner activa todas las células de mi cuerpo que parecían estar muertas. Siento todo mi cuerpo y lo siento capaz de empezar a vivir de nuevo de una vez por todas.
Solo me queda una cosa.
Intento abrir los ojos, aunque sea un poco, pero pesan demasiado.
Lo más simple del mundo me parece imposible conseguirlo. Arrugo un poco la nariz para poder impulsar los párpados con ella. Una línea de luz aparece por la parte inferior de la negrura. Intento abrirlos más pero siento la necesidad de cerrarlos de nuevo, así que los cierro y los intento abrir de nuevo. Diviso una sábana blanca cubriéndome entera.
Cierro los ojos y los vuelvo a abrir esta vez un poco más. Una lágrima aparece a través de ellos, nublándome la visión. Consigo levantar el brazo lo suficiente como para secármela con la mano. Intento probar algo nuevo.
Abro la boca e intento decir algo, lo que sea. Pero lo único que consigo hacer son ruidos y gemidos sin sentido, me siento estúpida, ¿Por qué no me ayudan? Lo intento de nuevo.
-Mm-a m.-digo, o gimo.
-Mam.-intento de nuevo.
-¡Mamma!-elevo el tono de voz para que me escuchen, pero nadie parece hacerlo.
-¡Mamá!-consigo gritar, claro y alto, lo suficiente como para que alguien que está en la habitación lo escuche.
Pero no hay respuesta, nada. Silencio.
Vuelvo a la opción de los ojos y esta vez consigo abrirlos por la mitad, dejándome ver que no hay nadie en la habitación, está completamente vacía. Silencio sepulcral. Como si fuera la única de todo el hospital, cosa que es imposible.
Decido que ya es hora que hacer algo más productivo si nadie va a venir a ayudarme, como por ejemplo, levantarme un poco.
Tardo otra eternidad en ponerme sentada en la cama, pero lo consigo, yo sola, sin ayuda de nadie. Y de nuevo, consigo ponerme de pie, ignorando los temblores de las piernas que parecen no poder soportar el peso de mi cuerpo.
Me agarro a la esquina de la cama y voy andando poco a poco pero algo me impide avanzar más. Miro a mi izquierda y veo millones de cables enganchados a mí, con millones me refiero a tres o cuatro. Me quito una aguja que tenía en la mano y varios parches que indicaban las pulsaciones de mi corazón, esto hace que la maquina deje pitar regularmente y haga un único sonido agudo e irritante. Me despego y quito los demás cables a tirones haciéndome daño en algunas zonas de mi cuerpo, pero me da igual.
Cuando por fin estoy libre de ataduras comienzo a andar de nuevo.
Avanzo por la habitación blanca, todo parece tan luminoso, parece un sueño. Rezo porque no lo sea. Voy tocando todo lo que está a mi alcance, las sábanas de la cama, la colcha, la barra metálica, la pared lisa, mi camisón, mis brazos, me faltan cosas para tocar.
Miro a mi izquierda y la luz que entra por la ventana me ciega, pero no me molesta, hacía tanto que los rayos del sol no incidían sobre mí que incluso me agrada. Dejo que el sol siga quemándome un poco la piel mientras observo la habitación de nuevo. Toda blanca, sin ninguna prenda o cosa fuera de su lugar, todo está tan ordenado que parece que ha estado desértica todo el tiempo que he estado inconsciente. El silencio, me preocupa tanto silencio. Solo escucho mis irregulares respiraciones.
Giro la cabeza hacia la puerta, una puerta blanca con una pequeña ventana redonda en lo alto y el pomo metálico. Voy hacia ella cuidadosamente, tocando todo y apoyándome para no perder el equilibrio.
Llego hasta ella, la toco y apoyo todo mi cuerpo sobre la pared de al lado para descansar. La pared está fría, igual que lo parece estar todo, excepto la luminosidad que entra por la ventana.
Vuelvo a incorporarme e intento asomarme por la pequeña ventana de la puerta, pero está demasiado alta para mi alcance. Me pongo que puntillas pero sólo consigo ver el techo blanco de la sala de afuera. Así que decido girar el pomo. Aferro la pieza metálica con la mano y la giro hacia la derecha, hace un sonido extraño pero el pomo no sigue girando, está atascado. Echo un vistazo por la puerta y un pequeño pestillo me llama la atención.
Giro el pestillo y vuelvo a intentar abrir la puerta. Esta vez nada impide la movilidad del pomo, y éste gira hasta el final, terminando su recorrido con un “click” que indica la obertura de la puerta.
Abro la puerta silenciosamente mientras veo y escucho por la ranura todo lo que está mi alcance. Veo un escritorio de cristal a pocos metros de mí, donde una mujer rubia con gafas rojas teclea un ordenador sin inmutarse de mi movimiento, veo gente andando por los pasillos, enfermeros, médicos y gente esperando en sillones. El murmullo es mínimo comparado con la de gente que hay. Abro cada vez un poco más la puerta hasta que estoy prácticamente al alcance de la vista de todos.
La mujer rubia nota mi presencia y se vuelve hacia mí. Alarmada avisa al doctor que está justo detrás de ella y éste se vuelve también hacia mí y se encamina hacia mi dirección.
-¡Alex! Dios mío, ¿cómo demonios…? Alex, ¿Cuándo..?-el doctor no termina ninguna de las preguntas, tan solo se limita a llamarme Alex y me dirige de nuevo hacia la habitación.
Me tumba de nuevo en la cama, cosa que odio. Y me vuelve a poner todos los tubos incluyendo las agujas, cosa que odio más.
-He avisado a un doctor para que avisen a tus padres.
Mis padres.
-Alex, dios mío…-prosigue.-te encontrabas en un estado muy crítico, ¿cómo te sientes? ¿Cómo lo has hecho, hija?- el doctor me mira intensamente con sus ojos marrones mientras apoya una mano en mi frente y me acaricia el hombro.
-Alex, por favor,-sigue suplicando.-di algo.
No sé qué decir.
-Alex…
En realidad si sé que decir, si sé que preguntar, así que antes de que me formule otra pregunta que me aturda más, me adelanto y le pregunto:
-¿Quién es Alex?


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